Donde todo empezó. Tal vez no sea una frase del todo exacta, porque todo comenzó mucho antes, pero sí que fue el lugar que puso las bases que hoy configura mi visión sobre el mundo del vino. Enópata (Calle Cuenca nº 123, de Valencia) no es una tienda de vinos cualquiera, un sitio en el que se vende vino como si fuera una actividad comercial más, sino que es un lugar donde se transmite pasión por la vida. Hace casi veinte años, el destino me llevó hasta aquel templo en el que, de la mano de Juan Ferrer, absorbí una manera entender el vino. Allí comprendí que el terroir es la clave para que un vino transmita un paisaje y que el vino es el resultado de la unión entre la tierra y el cielo canalizada por la mano del hombre.
Yo, simplemente, me dediqué a seguir sus enseñanzas: Mecanizar hábitos; viajar a zonas vinícolas; gastar dinero en vinos; catar, catar y catar; no tener manías; estudiar, visitar bodegas; asistir a cursos y catas; y compartir… De esta manera, desarrollé un interés desmesurado por aprender sobre un mundo que me había atropellado.
Juan Ferrer lleva en el mundo del vino toda una vida, quizás, aunque él no lo sepa, alguna más. Lleva dirigidas más de tres mil catas y después de casi cincuenta años continúa importando vinos franceses cada mes, incluso se podría decir que Francia es una extensión más de sí mismo. Supura pasión por el vino a través de cada uno de sus poros y conoce los crus de Borgoña mejor que su propia mano. Con estos datos, resulta sencillo deducir el origen de su sobrenombre y, por ende, el de su tienda: ENÓPATA.
Allí no sólo me sumergí en un mundo apasionado y adictivo, sino que también encontré un buen número de amigos con los que he compartido un sinfín de experiencias y buenos momentos. Ese mismo mundo me llevó a conocer a otras personas con la misma ilusión, gente del sector o aficionados, entre los que se encuentran mis amigos de Terroir a Ciegas.
Desde mis comienzos han pasado algunos años, nunca el tiempo suficiente como para dominar el maravilloso mundo del vino. No obstante, de lo que no tengo duda, es de que yo no sería la misma persona si en un momento dado no hubiera abierto la puerta de Enópata.