El vino une y crea lazos mágicos. Esta afirmación puede parecer tópica, pero, a su vez, resulta irrefutable. Con independencia de las relaciones fraternales que se pueden generar, cualquier reunión que se celebra alrededor de una botella de vino crea una conexión especial entre aquellas personas que comparten esta pasión. La deriva posterior de las relaciones dependerá de múltiples factores, pero lo que resulta indudable es que habrá marcado un punto y seguido.
En cualquier caso, dentro de este mundillo existen múltiples formas de sentir y de entender el vino, aunque todas ellas están amparadas por el denominador común del amor enológico. En esta pequeña burbuja hay gente de índole muy variopinta. Están los que les encanta el vino, pero no ven más allá de Rioja y Ribera. Otros no tienen filtro, pues son capaces de disfrutar bebiendo un vinazo exclusivo y hacer lo propio con un vino comercial. También los hay que solo beben vinazos, o al menos lo que ellos consideran que lo son. Los hay que solo beben vinos naturales. Y, por supuesto, existe una inmensa mayoría que afirma que le encanta el vino, pero que si se les pregunta por sus productores, viñedos o variedades favoritas son incapaces de responder con soltura. Este es el grupo más surtido, el de las personas que, a pesar de afirmar que son apasionados enológicos, beben vino comercial y no se plantean que existe un “Matrix” paralelo que nada tiene que ver con lo que se echan al gaznate.
Desgraciadamente, no somos muchos los que tenemos una visión completa de la realidad enológica. Raras avis que observamos el mundo del vino como un enorme paraíso de cultura, de geografía, de paisajes, de tradición, de respeto por el medio ambiente, de unión con nuestros antepasados, de conexión entre la tierra y el cielo. En general, de simbiosis con los elementos básicos de este planeta. Por supuesto, no seré yo quien diga lo que está bien y lo que está mal, pues cada uno disfruta de las cosas de una forma distinta, pero sí que me gustaría llamar la atención para que todas aquellas personas que dicen amar el mundo del vino reflexionen sobre mis argumentaciones, tal vez no las compartan, pero al menos deberían darles una vuelta. En cualquier caso, por todas aquellas personas que disfrutan con una copa de vino, alzo la mía por ellas.