Nadie empieza sabiendo. Todo en esta vida tiene un aprendizaje y el mundo del vino no es una excepción. Saber de vino también implica tener conocimientos de historia, geografía, antropología, climatología, geología y, en general, de cultura general, porque el mundo del vino es un compendio de múltiples disciplinas que van unidas de forma inexorable.
Particularmente, empecé en el vino relativamente tarde, pero durante mis últimos quince años he ido estudiando, viajando, catando y bebiendo con la finalidad de absorber todo lo que rodea a este vasto mundillo, porque la única forma de dominar una materia -dudo que la del vino se puede controlar- es adentrarse en ella hasta con lo más profundo de tu ser. No hay otra.
En España, al vino se llega por lo más tradicional, al menos así fue en mi caso: Rioja y Ribera del Duero, que es lo que no falta en la mayoría de nuestros restaurantes. A partir de ahí, me llegó la curiosidad de otras zonas; de por qué unos vinos tienen unas características tan diferentes de otros; de por qué el clima influye de manera tan importante; de por qué los suelos se reflejan en los vinos; de por qué y más por qué. Luego vas saltando a otros países, viajas a ellos, te pones a estudiar y luego ya no tienes escapatoria. Eres presa de un mundo inagotable.
Después de todos estos años, he llegado a la conclusión -hace ya bastante tiempo- de que como más se aprende es catando a ciegas. Eso sí, cuando ya has desarrollado unas ideas mínimas. Un examen permanente en el que pones a prueba tus conocimientos y te estrujas el cerebro para interconectar tu sapiencia con las diferentes sensaciones y matices. El analizar y razonar detenidamente las cosas siempre nos conduce al aprendizaje.
Algo que siempre me ha llamado la atención es que en nuestro país hay mucha gente a la que le gusta el vino, pero extrañamente, en términos generales, no tiene ningún interés por aprender sus nociones básicas. La cultura es mínima. Tal vez no lo necesiten, pero si nos interesamos por el origen de lo que comemos ¿lo suyo no sería hacer lo propio con lo que bebemos? Así que, os invito a que la próxima vez que bebáis un vino, preocupaos por todo lo que hay detrás de él. Os aseguro que la botella sabrá mucho mejor.