Recientemente he tenido el honor y la suerte de oficiar, simbólicamente, la boda de mis amigos Paco y Alexandra. Mi participación consistía en hacer de maestro de ceremonias siguiendo el trabajado guion que había preparado Paco. Un acto sencillo, a la par que elegante, en El Morro de Burriana, en la punta que besa el mar. Un escenario idílico.
Paco y yo nos conocemos desde hace casi veinte años. La vida nos unió gracias a nuestra afición por el vino, por lo que sentí que aquella boda debía tener un guiño que pusiera en solfa su pasión por ese mundo. Más aún cuando un viaje que Alexandra y Paco realizaron al Priorat fue el detonante para consolidar su amor públicamente. Basta con decir que los vinos que sirvieron en la boda fueron dos excelente botellas Matusalén (6 litros), una de garnacha blanca de 2024 (Plantadeta) y otra, maravillosa, de garnacha y cariñena de 2006, ambas del Celler Sabaté.
De todos es sabido que los rituales para el casamiento son múltiples (religioso, civil, balines, etc.), pero también existe otro que está hecho a medida de aquellas personas que amamos el mundo enológico: la ceremonia del vino. Así consideré que, a modo de sorpresa, debía ampliar el enlace entre Paco y Alexandra mediante este hermoso rito.
Para llevar a cabo la ceremonia se necesitan dos copas, una para cada novio, en este caso utilicé dos Spiegelau Universal, y una de formato más grande, que fue una Spiegelau Borgoña, además del vino, la garnacha blanca Plantadeta, por supuesto. Cada una de las copas de vino fue entregada a los novios por su padrino y madrina, respectivamente, y, a continuación, pronuncié estas palabras:
“Hoy, que vuestras vidas se entrelazan, vamos a simbolizar vuestra unión a través de este vino. El vino de cada una de estas dos copas representa vuestro pasado y es testigo del viaje personal que habéis recorrido para llegar hasta aquí.
Tomad vuestras copas y vaciad el vino en el nuevo recipiente, en donde los dos vinos se mezclarán para siempre y no podrán volver a separarse. Se convertirán en uno nuevo e inseparable, fruto de vuestro amor y compromiso. Al unir vuestros vinos, declaráis ante vuestros seres queridos el amor y compromiso que adquirís ante el futuro que os aguarda.
Ahora que estos vinos se han fusionado en uno solo, os invito a beber de vuestra unión para sellar este matrimonio haciendo testigos a todos los presentes de vuestro amor.”
La ceremonia fue acompañada de la música de “Summer Wine”, de Nancy Sinatra & Lee Hazlewood.
Nunca antes había oficiado una ceremonia de tipo alguno, pero me conmovió profundamente realizar este acto que simboliza el amor, el pasado, el presente y el futuro, gracias a un elemento líquido, el vino, que es el resultado de la unión del cielo y la tierra canalizada por la mano del hombre.