Champagne Kru

Krug

¡Qué rotundo suena, verdad? ¡KRUG! Ni siquiera tiene nombre de champán. Parece basto, ajeno al mundo vinícola y, por supuesto, desvinculado del glamur de Champagne, y, sin embargo, es un icono enológico, enclavado en el corazón de Reims, que rezuma elegancia en cada una de sus finas burbujas.

El mundo del champán es infinito, camaleónico, ácido, vertical y adictivo, en el que un buen número de viticultores hacen malabares y magia con las burbujas para llevarnos a la ilusión, en algunas ocasiones, de que un espumoso puede parecer un vino tranquilo. Son muchos los excelentes ilusionistas, sin embargo son muy pocos los que traspasan esa fina delgada que separa el placer del sentimiento.

Fue en 1843 cuando Joseph Krug fundó la “Maison Krug”, teniendo como objetivo la elaboración, única y exclusivamente, de vinos de máxima calidad. Hoy en día es la única “grand maison” que, desde su creación, elabora “cuvées de prestige”, todas exquisitas. Joseph Krug sabía que la máxima calidad de un vino se consigue prestando atención a las características de cada viñedo, según la esencia de los mismos.

En la actualidad, Krug tan solo posee alrededor de veinte hectáreas, que representan, aproximadamente, el treinta por ciento de su producción, repartida entre Ay, Ambonnay, Mesnil y Trépail. La restante se obtiene mediante la compra de uva a pequeños productores que deben respetar determinadas premisas de calidad.

La primera edición de Krug Grande Cuvée data de 1845, desde entonces, cada año, se elabora una nueva edición. Cada una de estas ediciones ha sido numerada desde su inicio hasta la actualidad, siendo la última la 170 (2014), pues, tras su elaboración, las botellas deben reposar en las cavas de la bodega durante un mínimo de siete años.

La última vez que me bebí una botella de Krug fue a principios de mayo, en el célebre “Día de la Urta”. Le precedió un fantástico Reflet D’Antan, de Bereche et Fils, un champán oxidativo que nos hizo volar y que ponía en duda que algún otro pudiera hacerle sombra. Tras este, llego la edición 164 de Krug Grande Cuvée. Por un breve espacio de tiempo se hizo el silencio. El Krug se abrió como un pavo real que despliega todo su plumaje para demostrar su belleza. Si hubiera una palabra con la que definir aquel champán sería armonía. El ensamblaje perfecto de todos y cada uno de los matices que, en mi opinión, debe de tener un champán. El cruce de la línea que separa el placer del sentimiento.

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