Es hora de empezar a movernos, así que cojan la maleta y prepárense para un pequeño viaje. Estos son algunos de los destinos, no taxativos, que, particularmente, me gustan visitar:
El Piamonte. Creo que no hay mejor destino vinícola. El paisaje que forma la zona de Alba, Barbaresco, Barolo y Monforte de Alba, posiblemente, sea el más atractivo de todos. Sus vinos y su gastronomía son una maravilla, pero la estampa de los pueblecitos colgados en lo alto de sus colinas, semiocultos por las nieblas matutinas, resulta tan cautivadora como adictiva.
La Toscana. Creo que no me equivoco si afirmo que de todos es conocida la belleza de su paisaje, de sus ciudades y de sus pueblos. Florencia, Siena, San Giminiano, Montalcino, la Crete Senese, etc. Muchas son las opciones que nos ofrece tanto a nivel turístico como a nivel gastronómico y vinícola.
El Mosela. Los viñedos colgados alrededor del río Mosela forman parte de un cuento de Navidad. Los pequeños pueblos alemanes son de ensueño, hasta el punto de que, cada vez que voy, tengo la sensación de estar dentro de una maqueta de trenes.
Borgoña. Es un destino mítico. Aquí están algunos de los vinos más importantes del mundo. Beaune es una preciosidad y resulta imprescindible visitar, como mínimo, el viñedo de Romanée-Conti. Además, podemos disfrutar de la gran dama blanca, la chardonnay, y la gran dama tinta, la pinot noir.
Burdeos es otro de los destinos de visita obligatoria. Tanto el margen derecho como el izquierdo del río Garona están salpicados por encantadores “chateaux” que respiran opulencia y señorío. A su vez, Saint Emilion es una pequeña joya arquitectónica y Burdeos una de las ciudades más bonitas que conozco, que mantiene un casco antiguo uniforme e increíblemente bien conservado.
Ribera Sacra. Los viñedos imposibles. Si el viñedo en Mosela cuelga sobre el río Mosela, en Ribera Sacra lo hace sobre el río Sil. El paisaje es salvaje, abrupto y agreste. Los viñedos conviven con los robles centenarios que habitan en bosques que parecen encantados. Para cerrar el círculo, la Ribera Sacra tiene excelentes vinos blancos y tintos.
Priorat. Es una pequeña Toscana. Sus pueblos son encantadores, al igual que su gastronomía. Los viñedos, muchos de ellos situados en terrazas, ofrecen vinos de gran calidad. Siurana, Porrera, Torroja son siempre lugares atractivos a la sombra del Montsant.
La Rioja. Los vinos españoles por excelencia tienen una tradición que hay que palpar. El románico y el vino. Haro y el barrio de La Estación, Briones, Laguardia, Santo Domingo de la Calzada, Elciego, los monasterios de Suso y Yuso, etc. Los riojas clásicos frente a los riojas modernos. Las posibilidades de La Rioja son infinitas a todos los niveles.
Jerez. Los vinos con más solera de nuestro país son únicos y conocerlos es necesario para todo amante del vino. Algunas de las bodegas del marco de Jerez son verdaderas catedrales que ponen los pelos como escarpias. La ciudad de Jerez es una delicia, así como sus tabancos y su gastronomía, al igual que Sanlúcar, El Puerto de Santa María o Cádiz.
Estos son sólo algunos destinos, apuntes sobre posibles viajes, insisto, no taxativos. Hay muchos otros lugares vinícolas en el mundo encantadores por conocer. Uno tras otro, no hay prisa, porque además tenemos que volver. Al menos yo no puedo evitarlo.