Chateauneuf du Pape

Chateauneuf du Pape

A pesar de que la primera evidencia escrita del viñedo de Chateauneuf du Pape data del siglo XII, amén de que, presumiblemente, la región ya era cultivada por los romanos, la historia y el auge de sus vinos están vinculados a la iglesia católica desde que Clemente V, en 1314, convirtió Aviñón en sede pontificia. Y es que el vino está ligado, de forma inexorable, a la religión cristiana, pues, no en vano, representa la sangre de Cristo.

            A estas alturas, no voy a descubrir las excelencias de los vinos de Chateauneuf du Pape, pues es algo bien sabido, tanto en tintos como en blancos, pero sí quiero ahondar en dos características propias de esta zona del Ródano Sur que la convierten en especial, como son los suelos y las variedades de uva que se utilizan en su elaboración.

            Los suelos de Chateauneuf du Pape son una combinación de arcillas, arenas, piedras calizas y margas cuya superficie está formada por guijarros de diferentes tamaños, todo ello fruto de las diferentes glaciaciones que dieron origen al Valle del Ródano. Los guijarros más grandes, llamados “galets”, retienen el agua y acumulan el calor. Este sistema de regulación térmica natural, unido a un clima mediterráneo, favorece una adecuada maduración de las viñas, que se extienden sobre una gran meseta entre el río Ródano, al oeste, y el Mont Ventoux, al este.

            A esta circunstancia, típica en Chateauneuf du Pape, se le une el hecho de que sus vinos, desde su autorización en 1936, suelen elaborarse con hasta trece variedades de uva, lo que proporciona una mayor complejidad a los vinos. Además de la garnacha negra, variedad principal, está permitido el coupage con otras uvas, tintas y blancas, como son syrah, mourvèdre, cinsault, clairette, vaccarèse, bourboulenc, roussanne, counoise, muscardin, picpoul, picardan y terret noir, que aportan, cada una de ellas, sus cualidades innatas, tales como color, estructura, fragancia, frescura, etc.

            El resultado de esta combinación entre suelos y las diferentes variedades de uva mencionadas, amén de las especialidades existentes dentro de las distintas subzonas y de la interpretación que cada viticultor realiza del paisaje, es la obtención de vinos únicos, potentes, de gran estructura, de capas altas, balsámicos, especiados, con notas de flores azules, violetas, lavanda y plantas mediterráneas, que, por supuesto, serían imposibles de imaginar fuera de esta denominación de origen. A ello se le une un paisaje de ensueño, donde las casas de piedra, escondidas en remansos de paz, se funden en uno con los campos de lavanda. Un destino en el que, además, como toda zona vinícola, se disfruta de una exquisita gastronomía. Son tantas las cualidades del Ródano Sur y, muy especialmente, de Chateauneuf du Pape que resulta obligatorio visitar periódicamente esta zona vinícola tan cercana a nuestro país.

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