El vino y sus caldos

El vino y los caldos

Recientemente, he leído en un par de periódicos que, gracias a la defensa e insistencia de la Asociación de Enólogos de Jumilla, la RAE, por fin, va a suprimir la acepción de la palabra “caldo” como referencia al vino. Desconozco la veracidad de la información, pero si lo es, me temo que será inevitable que siga habiendo gente insistiendo con el desafortunado término.

No obstante, hay que reconocer que la acepción “caldo” tiene un origen y un sentido, pues, en la antigüedad, la concepción del vino era diferente a como hoy la entendemos. El vino tenía, especialmente, una finalidad alimenticia, por lo que se calentaba y mezclaba con hierbas, frutas o miel, para proveer a los trabajadores de un buen número de calorías con las que afrontar las duras jornadas de trabajo. Con el tiempo, el vino fue adquiriendo pureza hasta convertirse en la bebida que hoy disfrutamos.

A pesar de esto, en nuestros días, existe un número considerable de personas que utilizan la palabra “caldo” para referirse al vino. Muchos de ellos lo hacen como si desplegaran ante su interlocutor un conocimiento de la materia, creyendo que forma parte de la habitual jerga enológica, cuando, realmente, solo ponen de manifiesto cierta ignorancia.

No conozco a nadie, que medianamente sepa de vino, que utilice tal término. Si lo pensamos bien, un caldo es el resultado de cocer un alimento, bien sea carne, pescado o verduras. El resultado puede ser fantástico, especialmente en determinados momentos. ¿A quién no le apetece un caldo calentito en invierno? Ahora bien, nada tiene que ver con el vino. La uva no se cuece, sino que fermenta para transformarse en alcohol, concretamente en vino. Pero, además, este proceso, que parece tan simple, tiene un antes y un después, pues empieza en el campo, una vez al año, y termina reposando en una botella, en ocasiones durante décadas. Es un proceso que requiere un esfuerzo en muchos ámbitos y, por supuesto, tiempo.

Si queremos saber de vino, bebamos, catemos, estudiemos y viajemos, pero dejemos de utilizar términos, como el de caldo, que nada tienen que ver con el vino, pensando que forman parte del argot del mundillo. Por eso, ojalá sea cierto que la RAE dé este paso y suprima la acepción, sería de agradecer. Entonces, solo faltaría que se le diera la publicidad necesaria para que llegue a conocimiento de todo el mundo.

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