Modernismo vinícola

Las cuatro joyas del Modernismo vinícola

Lejos de quedarse en la ciudad, el Modernismo alcanzó el campo valenciano, donde se esconden algunas de las bodegas más espectaculares de España

El modernismo es ese movimiento joven y libre, renovador, asociado a la Belle Époque y al Art Nouveau, que en València hizo estallar en colores las vidrieras y las fachadas de cerámica. Desde la enorme cúpula del Mercat Central a los mosaicos de la Estación del Norte, con azulejos que relatan la vida en la huerta en pleno centro de la ciudad. La corriente artística también se estampa en los pináculos del Mercado de Colón, las almenas de la casa Ordeig y las esculturas de la Casa de los Dragones, donde no solo se esconden estos seres mitológicos, sino también una locomotora. Desde el Palacio de la Exposición, construido en apenas 70 días en la Alameda, al Asilo de San Juan de Dios, erigido orgulloso junto a la Playa de la Malvarrosa.

Joyería, cristalería, mobiliario y forja; nada escapa al abrazo de este impulso eléctrico del arte. Tampoco el campo. A principios del siglo XX, la burguesía valenciana asimiló la arquitectura modernista como parte de su idiosincrasia, lo que conllevó no solo su presencia en el centro de las ciudades, sino también en las fincas que poseían en las afueras. De ahí que haya edificaciones de labriego tan conseguidas, pero especialmente espacios de viticultura. Algunas bodegas son auténticos prodigios arquitectónicos, que deleitan los sentidos, y no solo por el sabor de los vinos que producen. Un simple vistazo a la fachada de Torre Oria o Mas de Bazán hacen comprender el rico legado del campo valenciano, a la par que el potencial de invertir en él, ahora que la ruta enoturística Requena-Utiel se consolida como matrimonio de tradición y modernidad.

La cúspide: Torre Oria

Aquellos que divisen su torre una vez en la vida, podrán recordarla para siempre. La silueta de Torre Oria, fundada en 1897 por la familia Oria de Rueda, define por sí misma el Dominio del Derramador de Requena. Su minarete parece sacado del sueño de un astrónomo, de un cuento del Lejano oriente. No obstante, pertenece a una corriente del modernismo temprano, el de finales del XIX, como delata la cuidada cerámica del frontis.

Más allá de su valor artístico, se encuentra su capacidad productora: Torre Oria trajo el cava a Requena y se distingue por ser la primera bodega fuera del Penedés en elaborar bajo esta Denominación de Origen. Además, su apuesta por ofrecer vinos adaptados a los gustos de cada mercado con una buena relación calidad-precio (hasta el punto de que su lema es “No hacemos los vinos que nos gustan a nosotros, sino los que les gustan a nuestros clientes”) le permitió cerrar el ejercicio de 2016 con una facturación histórica de 12,7 millones de euros. Esto quiere decir que, tras ser participada por Angels, iniciativa impulsada por Juan Roig, ha cuatriplicado sus ventas en menos de un lustro.

El palacio: Mas de Bazán

Bodega de estilo modernista en Requena

El sueño de poseer una bodega modernista construida en 1905 ya puede trasladarse a la realidad más tangible. La hermosa edificación de Mas de Bazán asoma entre la vegetación de Villar de Olmos, en Requena, como si de un palacio de épocas pasadas se tratara. No solo cuenta con una posición privilegiada para la viticultura, sino que sus características técnicas están totalmente actualizadas. A finales de los 90 se llevó a cabo una reforma en sus instalaciones con enorme respeto por su arquitectura singular, pero con la ambición de convertirla en una de las inversiones más competitivas. Porque sí, está a la venta.

A la espera de un dueño que sepa sacar partido a sus mesas de selección, sus intercambiadores de frío, su prensa vertical histórica o su sala de crianza de anchos muros, perfectamente acondicionada en temperatura y humedad. Entre los vinos que elabora, su primer crianza consiguió la clasificación Oro en la revista Vinos de España y en la cata de los enófilos de Utiel-Requena. Del mismo modo obtuvo la calificación de Plata en la International Wine Spirit Competition celebrada en Londres en 2002.

Los patios: Emilio Clemente

Bodega modernista con DO Utiel-Requena

Está en venta. La histórica bodega Emilio Clemente, también de la D.O. Utiel-Requena, busca nuevo dueño que sepa preservar el legado cedido por una tercera generación de viticultores. El edificio, además, es representativo del carácter arquitectónico de la zona. Construida a finales del siglo XIX, la casa ha sido restaurada recientemente respetando su estilo modernista, que se manifiesta tanto en la disposición de la planta, como en los salones interiores o los patios. Puertas de monasterios, vigas de madera, antiguos suelos de cerámica y azulejos fabricados a mano son solo algunos de sus atractivos. Emilio Clemente es también un punto neurálgico del enoturismo, donde se organizan numerosas actividades y catas, ubicado como está dentro de la Finca Caballero, en el mismo centro del Parque Natural de las Hoces del Cabriel. Sus vinos son modernos y denotan una exquisita calidad, pero sobre todo se envuelven en una experiencia.

El entorno: Aranleón

Bodegas modernistas valencianas

Una bodega tan respetuosa con su entorno que acaba por fundirse en él. La historia de Aranléon comienza en 1927, como finca humilde del pequeño pueblo de Los Marcos, pero se intensifica en 2000, a raíz a de la compra de los actuales propietarios. Pioneros en la producción de vino ecológico, la misma sensibilidad en la gestión sostenible se ha trasladado también a las instalaciones de vinificación y a las obras de ampliación realizadas en 2006. La bodega preserva los elementos que permiten definirla como edificación modernista, emblemática, funcional, como la forma de su planta y de su propio techado. A las entrañas mismas de su historia se puede acceder a través de un “túnel del tiempo”, excavado en un antiguo depósito, que conduce directamente al pasado. Ahora bien: tiene mucho futuro por delante.

A cargo de su producción está un equipo joven y profesional que, desde la primera añada de 2003, ha logrado un vino con ecológico que tiene un sabor diferencial. Un resultado que habla de trabajo bien hecho, pero también del fruto del matrimonio entre tradición y modernidad en territorio valenciano.