Pinot Noir

Pinot Noir

Cada vez me sucede con mayor frecuencia que cuando me preguntan por la pinot noir dudo en la respuesta, porque mi idea sobre ella ha ido cambiando conforme han ido transcurriendo los años. Hace un tiempo, cada vez más lejano, era mi uva favorita, ahora reconozco que no tanto, aunque cuando doy con una buena ¡ay amigo! vuelvo a convertirme de inmediato.

En términos generales, para mí, la pinot noir es fruta roja. Cereza, fresas y frambuesas. También rosas, seda, elegancia, finura, clase y seducción. Y por supuesto, viñedos míticos. Pero es injusto, por vago, estos pequeños detalles, pues la pinot noir, realmente, es mucho más, ya que varía mucho en función de su terroir. Solo en el exquisito jardín verde que une Dijon y Beaune (menos de cincuenta kilómetros) podemos encontrar innumerables diferencias en función de pueblos, suelos y exposiciones solares: Gevrey-Chambertin, Morey- Saint Denis, Chambolle-Musigny, Vosne-Romanee, Aloxe-Corton…

Pero la pinot noir, no solo, deslumbra en Borgoña, aunque desde aquí domine en el mundo, si no que también lo hace en varias partes de Nueva Zelanda, cuyas pinot tienen a recordarme a pétalos de rosas marchitas, encontrando magníficos ejemplos en Marlborough, Martinborough o Central Otago. También brilla en Estados Unidos, especialmente bajo el frío de Oregón o en California, cuyos vinos suelen ser más tecnológicos, casi siempre redondos, especialmente en zonas frescas como Napa, Sonoma, Carneros o Santa Bárbara. Los países citados tan solo son ejemplos, porque hay otros lugares en los que podemos encontrar excelentes pinot noir. Esta multitud de ejemplos puede llevar al lector a pensar que es una variedad con gran adaptación a los distintos suelos y climas, cuando realmente no es así, pues es una uva que se expresa mucho mejor en terrenos fríos y húmedos que en cálidos.

Ahora bien, la brillantez y seducción de la pinot noir se refleja, cada vez más, en su precio, de lo que se favorecen, injustamente, productores cuyo mérito se reduce a tener un viñedo en alguna de las zonas vinícolas citadas. En los últimos años, los precios de los vinos de Borgoña se han convertido en prohibitivos, si cabe aún más cuando queremos disfrutar de un premier cru o grand cru. Ante esta circunstancia no queda más remedio que realizar una labor de búsqueda de buenos pequeños productores con precios asequibles. No es tarea fácil, pero los hay y cuando los encuentras, una buena pinot noir, como París, bien vale una misa.

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