Clos de Vougeot es uno de los grands cru de Borgoña. Esta circunstancia, por sí misma, debería ser sinónimo de calidad, sin embargo realmente resulta engañosa debido a sus cincuenta hectáreas de extensión que se reparten entre más de ochenta propietarios, cada uno con su forma de vinificar y entender el vino. Una superficie excesivamente grande como para que todos sus productores garanticen vinos de calidad. No en vano, es el viñedo más grande de la Côte de Nuits. Desde luego, un ejemplo de las paradojas que nos podemos encontrar en Borgoña, en la que se existen más de mil climats (parcelas vinícolas), dado el sistema de repartición hereditario.
El viñedo, en el que predominan los suelos típicos de caliza, tan comunes en Borgoña y que, en cierto modo, son parte del éxito de sus vinos, se esparce alrededor del castillo de Clos de Vougeot. Curiosamente, este no es productor de vino, pero sí un símbolo en la historia de Borgoña. El origen del viñedo data del siglo XII, cuando los monjes de la abadía de Císter, empezaron a cultivar la viña, cerrando su superficie con piedra, lo que dio lugar al famoso “clos”. No obstante, no fue hasta el siglo XVI cuando se construyó el castillo. Actualmente, desde el año 1944, el castillo de Clos de Vougeot pertenece a la Sociéte des Amis du Château de Vougeot, quien la arrendó a la Cofradía de los Caballeros de Tastavin, que realiza una importante labor de promoción de los vinos de Borgoña por todo el mundo.
Clos de Vougeot es un lugar es mágico y de visita obligatoria, tanto para amantes como no amantes del vino. El castillo es majestuoso, una isla renacentista que emerge entre un extenso mar de vides, cuyo único límite es una muralla de piedra.
Reconozco que, en términos generales, Clos de Vougeot no está dentro de mis grands cru favoritos, básicamente por la imposibilidad de encontrar una calidad homogénea, pero eso no significa que no existan excelentes vinos, porque la pinot noir, en manos de un buen productor, nos puede llevar al cielo.