¿Tendencia o evolución en el mundo del vino?

¿Tendencia o evolución?

Como todo en esta vida, el vino también está sujeto a las tendencias de cada momento y, por supuesto, a las inevitables reglas de la evolución. Quizás, en muchos casos, las tendencias y la evolución sean indisociables y no meros caprichos comerciales. En esta entrada voy a analizar unos cuantos ejemplos que me parecen significativos.

A partir del siglo XX los riojas clásicos convivieron con los riojas modernos donde la extracción, la madera y la fruta madura tenían mucha presencia. Hoy en día ha aparecido un tercer grupo, liderado por jóvenes viticultores, que apuesta por vinos con una fruta más fresca y por una elaboración donde no prime la madera. Esta circunstancia no es exclusiva de Rioja, sino que está sucediendo en buena parte del país.

El Priorat está experimentando un cambio significativo. Sus vinos son cada vez menos pesados y alcohólicos para ser más frescos, tanto que a veces, a ciegas, resulta complicado identificarlos. Las garnachas no son tan reconocibles y resulta habitual enviarlas al sur de Francia. Esta misma “tendencia” la observamos en todo el arco mediterráneo. En Valencia, Alicante o Mallorca muchos de los vinos son asombrosamente frescos y son los productores, sobre todo las nuevas generaciones, quienes buscan vinos más fáciles de beber, agradables y que no resulten pesados para el consumidor. Las vendimias tempranas, para evitar la sobremaduración, el uso del raspón y, por supuesto, las sutileza en las extracciones son las formas de conseguir el objetivo.

Por supuesto, los grandes productores clásicos siguen manteniendo su línea, porque ésta es y ha sido su signo distintivo y hay muchos consumidores que buscan ese tipo de vinos. Sería del género absurdo ningunear a un sector que ocupa un espacio importante. Así, los diferentes estilos coexisten y las posibilidades se amplían para que cada cual escoja el que más le guste.

Vuelvo con la pregunta ¿tendencia o evolución? Cada uno tendrá una respuesta, la mía es que van cogidas de la mano. El consumidor reclama productos nuevos y estos venden. Las viticultores jóvenes también interpretan el paisaje de sus viñedos de una manera diferente y también vende. Nada es mejor ni peor, al fin y al cabo el abanico es cada vez más grande y los grandes beneficiados somos nosotros.

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