No hay duda de que el corcho es el sistema tradicional como cierre de una botella de vino, pero ¿es el más seguro? Hay un buen número de botellas que se arruinan por el corcho. El TCA (tricloroanisol) es su enfermedad más común y se estima que alcanza hasta un 4% de la totalidad del vino embotellado en el mundo. Una botella con TCA implica tirar el vino por el fregadero. Amorim, posiblemente la empresa más importante en la industria del corcho, ha creado la tecnología NDtech, que permite analizar y validar individualmente cada tapón para evitar que lleguen contaminados al embotellado. Sin embargo, no todas las bodegas utilizan corchos con este sistema.
A pesar de las innovaciones tecnológicas, a mucha gente -el que escribe uno de ellos- el corcho le parece poco higiénico. De esta forma han ido apareciendo otros sistemas que garantizan una mejor conservación del vino. Los tapones de rosca, los sintéticos y los de cristal empiezan a posicionarse de forma importante en el cierre de las botellas. En el Nuevo Mundo, especialmente en Australia y Nueva Zelanda, los tapones de rosca son muy habituales, como también lo son en Austria y Alemania. Este sistema garantiza una buena conservación, aunque sus detractores alegan que no permiten la correcta maduración del vino por su total aislamiento. Los tapones sintéticos son baratos y no son fuente de enfermedades, pero con el tiempo tienden a ceder y a degradarse, lo que es nefasto para los vinos de guarda. Los tapones de cristal son muy elegantes y limpios, no obstante no son baratos, amén de que se desconoce como pueden evolucionar los vinos en el tiempo y si la falta de micro-oxigenación puede repercutirles a largo plazo.
La realidad es que todos los grandes vinos se embotellan con corchos y las grandes bodegas procuran proveerse de los mejores para evitar los problemas de TCA, incluso los cambian periódicamente en sus botellas más longevas. A nadie escapa que el multimillonario que quiere un Petrus o un DRC, por poner ejemplos extremos, no querrá un vino cerrado con un tapón de rosca o sintético, aunque estoy seguro de que vería con buenos ojos la elegancia de uno de cristal. Tal vez estos sean el futuro. Todo es cuestión de tiempo. Conforme avanzan las décadas, también lo hace la tecnología y, poco a poco, conseguiremos que la conservación del vino sea perfecta. Esperemos que así sea… y pronto.