Cata mensual Terroir a ciegas

Una gran cata

Así fue, una gran cata. Hace poco me tocó organizar la cata mensual que los Terroir a Ciegas hacemos de forma conjunta con otros amigos. Ese día, el organizador no cata a ciegas, pues es el encargado de seleccionar los vinos del evento. A pesar de ello, particularmente disfruto muchísimo escogiendo, a lo largo de todo un año, los vinos a catar -creo que no me equivoco si afirmo que todos lo hacemos cuando nos toca-. Otros años, me he decantado por la existencia de un hilo conductor entre los diferentes vinos, pero en esta ocasión opté por buscar el máximo placer. Vinos reconocibles -salvo alguna botella juguetona- con los que mis amigos pudieran realmente disfrutar.

Los vinos fueron los siguientes:

Mas Vía 2005, de Cavas Mestres

Tras da viña 2019, de Zárate

Altemberg 2017, de Marcel Deiss

Les murgers des dents de chien 2012, de Chavy-Chouet

Rosé extra brut, de Gonet-Medeville

Syrah 2016, de Tara

Louise vineyard 2018, de Cristom

La Crau 2011, de Vieux Telegraphe

Gran reserva 904, 1990, de La Rioja Alta, SA

Margaux 2009, de Durfort Vivens

Sauternes 6, de Chateau d’Yquem

Escuchar a mis amigos como estrujan los matices de los vinos, sabiendo cuáles son por haberlos seleccionado, también me resulta muy didáctico, ya que desde la barrera observo formas de razonar diferentes a las mías. Aquella noche, el trabajo que realizaron fue excelente y como presumía, el nivel de acierto fue muy alto, incluso clavaron varios vinos.

Empezamos con el Más Vía 2005, un cava enorme que puede confundir con un champán, como más de uno comentó.

En el trío de blancos sobresalió Tras da viña, de Zárate. Un vino que representa la elegancia de los grandes albariños.

Me pareció buena idea hacer el cambio de blancos a tintos con un champán rosado de Gonet-Medeville que no opuso resistencia a los catadores.

Entre los tintos, empezamos con dos variedades clásicas en zonas de nuevo mundo, la syrah de Tara, en Atacama y la pinot noir de Cristom, en Oregón. Vinos sumamente placenteros. No obstante, hubo dos que sobresalieron por encima de los demás de forma rotunda: Gran Reserva 904, 1990, de Rioja Alta y el Margaux 2009, de Durfort Vivens. Dos vinos excelsos que se hicieron aún más gigantes conforme se fueron abriendo.

Solo hubo un vino que, desgraciadamente, salió tocado, La Crau de Vieux Telegraphe, un vino que compré en Chateauneuf du Pape hacía más de diez años y que había guardado dejándolo crecer. Una pena, porque es un vinazo. El Saint Aubin de Chavy-Chouet tampoco me convenció por un exceso de madera que no recordaba.

El año que viene me tocará organizar de nuevo la selección y con ella disfrutar de otra manera, mientras tanto tengo por delante muchos meses para catar a ciegas las selecciones de otros que, siendo sincero, es como más disfruto.

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