La temperatura de los vinos blancos

Tópicos absurdos: la temperatura de los vinos blancos

Los vinos blancos acumulan una buena e injusta ristra de tópicos absurdos. Uno de los más típicos es la temperatura de su consumo. No son pocos los que aseveran que los blancos deben estar fríos a la hora de servirlos, incluso cuanto más, mejor. Particularmente, considero tal afirmación como un sacrilegio.

Evidentemente, los espumosos y los vinos blancos deben beberse a una temperatura inferior a la de los tintos, por supuesto, porque cada tipo de vino tiene una temperatura óptima de consumo. Sin embargo, no por el hecho de que un vino sea blanco se convierte en un mero refresco o que su temperatura de servicio deba rozar el congelamiento. La aconsejable es entre los seis y diez grados, para los vinos más jóvenes, y hasta los doce si tienen cierta complejidad. No obstante, cada vino tiene sus propias características y, en ocasiones, las reglas establecidas o no sirven, o hay que romperlas.

No es lo mismo un blanco de aperitivo que uno para disfrutar de un rodaballo, un pollo, un plato de verduras, una pasta o una tortilla de patatas. Las posibilidades que podemos encontrar en un vino blanco son infinitas, tantas como momentos o tipos de comida. Recordemos que nuestro planeta es redondo como un grano de uva, lo que implica la existencia de un sinfín de terroirs que nos permiten viajar sensorialmente por todo el mundo. Pero ni todos los momentos ni todas las comidas pueden ser disfrutados a una misma temperatura y menos aún que esta sea especialmente baja, sería un sinsentido.

Aprendamos a valorar lo que tenemos en la copa, a extraer sus matices, sus aromas, su textura, su delicadeza, con independencia del vino que estemos bebiendo, pero con la conciencia de que cada tipo de vino necesita una temperatura para que el disfrute de la bebida y comida sea el máximo.

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