Una tarde con Raúl Pérez

Una tarde con Raúl Pérez

A lo largo de mi vida vinícola, en los diferentes ámbitos del mundillo, he disfrutado de grandes momentos. Uno de ellos lo fue en octubre de 2020, cuando, con mis amigos Esteban y Salva, me dirigí al Bierzo, previa visita a nuestro amigo Jaime Suárez, enólogo de Dominio de Atauta. El viaje no tenía mayor pretensión -que no es poca- que la de conocer, un poco más a fondo, la zona vinícola de las mencías y godellos, y, por supuesto, enaltecer nuestra amistad alrededor de unas cuantas copas de vino.

            Dejamos Valencia bajo un cielo gris y ventoso. El Covid seguía dando coletazos, no obstante, la emoción de volver a realizar un viaje vinícola, después de tanto confinamiento, vencía cualquier inconveniente. Llegamos a Atauta al final de la mañana. Jaime nos mostró el espectáculo que cada día se representa en este mágico valle. Después, una comida extraordinaria, con vinos aún más excelsos, acompañaron las risas y la felicidad que siempre se desborda en nuestras reuniones. Fue entonces, en un momento dado, cuando surgió la pregunta de Jaime:

  • ¿Qué vais a hacer en el Bierzo?
  • Nada en concreto. Disfrutar de la zona… Lo que la vida quiera depararnos.
  • ¿No vais a visitar a ningún viticultor?
  • Son malos tiempos para visitas, aunque estaría bien visitar a Raúl Pérez, pero no creemos que sea fácil.
  • Esperad, voy a llamar a mi amigo Peique, que son colegas.

Quizás, estoy dando por hecho que el lector sabe quién es Raúl Pérez, en cualquier caso, aclararé que es uno de los viticultores más importantes de nuestro país, célebre por su enorme barba blanca, con un sinfín de proyectos vinícolas, a cada cúal más interesante.

Como era de esperar, Peique no localizó a Raúl Pérez, así que continuamos nuestro periplo sin darle mayor importancia al improbable encuentro. Al día siguiente, en un “pensat i fet”, comimos en Adega Algueira, donde disfrutamos de su gastronomía y de sus vinos, para terminar la tarde dando un paseo, en una pequeña barca, por los cañones del Sil, con un champán de Bereche.

Pero como el azár es caprichoso, a la mañana siguiente, Jaime nos llamó para decirnos que Peique había localizado a Rául, quien estaba encantado de recibirnos, a las cuatro de la tarde, en su bodega de Salas de los Barrios. Allí estuvimos, como clavos. Oportunidades así, no se pueden dejar pasar.

            Era la primera vez que veíamos a Raúl y, sin embargo, aquella visita fue como encontrarse con un amigo con el que bebes un vino todas las semanas. Raúl empezó a hablar a la vez que nos daba a probar todas y cada una de las barricas de los múltiples vinos que elabora. Cuando no había nada más que probar y explicar, nos dijo que tenía una gestión pendiente, pero que después podíamos cenar juntos en Villafranca, aunque antes pasaríamos por la nueva bodega que acababa de construir en Valtuille. Así fue. Al final de la tarde, conocimos la nueva bodega y también la familiar. Más y más barricas, de diferentes vinos. Algunos con fines determinados, otros pruebas sin un objetivo y destino concreto, pero todos ellos, vinos unidos por la magia de aquel genio que transmite calma, paz, serenidad y amistad.

La tarde dio paso a la noche y con ella a una cena en el Mesón Don Nacho, donde se encontraba la familia Michelini Mufatto y otros amigos de Raúl. Pero esta es otra historia… larga de contar.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *